“Violada mientras moría”, “¿Y todavía no hay arrestos?” y “¿Cómo es posible, jefe Willoughby?”
Con estos tres anuncios a las afueras del pueblo ficticio de Ebbing, Missouri, Mildred Hayes, una mujer divorciada que trabaja en una tienda de regalos y vive con su hijo adolescente, busca justicia por la muerte de su hija, Ángela. La joven fue violada, asesinada y abandonada al lado de una carretera poco transitada. Siete meses después, todavía no hay respuestas.
La radical demanda de la protagonista, interpretada por una genial Frances McDormand que ya recibió un Globo de Oro por el papel y está nominada al Óscar a Mejor actriz por el mismo, tiene graves consecuencias para la vida en Ebbing. Su actos parten el pequeño pueblo en dos: están quienes consideran razonable su cruzada y quienes la consideran una injusto ataque contra el jefe de policía Willoughby (interpretado por Woody Harrelson), quien además sufre de un cáncer pancreático terminal.
El pueblo se vueve lugar hostil para Mildred, un fenómeno del que no se habla tanto: lo divisivas, distantes y hasta frívolas que pueden llegar a ser las pequeñas poblaciones. La tensión se agrava cuando el oficial Dixon, un policía, interpretado por Sam Rockwell, con fuertes tendencias violentas y racistas empieza a usar la autoridad policial para amedrentar a Mildred y defender a su superior. Todo sin pensar en mirar más de cerca el asesinato de Ángela.
El relato deambula a un ritmo frenético, que da varios giros y a ratos parece no estar yendo a ninguna parte, pero nunca aburre ni pierde el norte temático. “Quería hacer una película sobre una mujer fuerte que, debido a sus ganas de reivindicar justicia, acaba enfrentándose a gran parte de sus vecinos hasta sentirse como una forastera en su propia ciudad”, dijo el director, Martin McDonagh, a El Mundo. Y a este tema trágico se le suma un fuerte tono de comedia negra muy propio del dramaturgo angloirlandés, quien también escribió y dirigió En Brujas (2008) y Siete psicópatas y un perro (2012).
El retrato de la ira, la ceguera que acompaña el dolor de una muerte y los prejuicios que se esconden en pueblos ordinarios ha sido un éxito crítico y comercial. En Globos de Oro, además del galardón de McDormand, el largometraje ganó Mejor película de drama, Mejor guion y Mejor actor secundario. Desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de Venecia el 4 de septiembre de 2017 ha acumulado 80 premios y 195 nominaciones. Y no es un accidente. Las actuaciones tanto de Rockwell como de McDormand son magistrales y el humor negro y los inesperados giros argumentales aseguran, como mínimo, mantener al espectador entretenido.
También es cierto que la película toca los temas que levanta nervio entre la sociedad estadounidense (y que son tan populares por estos días en el cine). Tres anuncios pasa por el racismo, la violencia de género y el abuso policial que hoy parece abundar en Estados Unidos. Muchos incluso han llegado a sugerir que, por la temática y el humor negro, es una parodia de la nación norteamericana en la era Trump. A pesar de eso, McDonagh ha aclarado que concibió la idea en 2009, cuando las palabras “presidente Trump” solo eran un mal chiste de Los Simpsons, tras un viaje en alguna carretera cerca de Florida donde vio tres carteles arremetiendo contra la policía.
Pero no por eso implica que espectadores de otros rincones del mundo no se puedan identificar con el filme. En el fondo, Tres anuncios por un crimen trata de temas muy universales: el odio, la sed de venganza, las secuelas de la violencia, la incapacidad de comprendernos. La ira de una mujer con la sociedad, con su exesposo, consigo misma; de un policía con su madre; de la sociedad con la mujer; de la sociedad con la sociedad.
Y, también, cómo solucionarlo. Concluye con lo difícil y valioso que es saber dejar ir los rencores. La frase que encuentra –por accidente– el personaje que nos presentan como el más ‘corto de luces’ de toda la película, la nueva novia del exesposo de Mildred, lo resume bastante bien: “toda esta ira… solo engendra más ira”.
Vía Revista Arcadia