Las mujeres en la construcción de la paz

Por elordenmundial.com

La probabilidad de que un acuerdo de paz sea duradero aumenta si participan mujeres en él. Ante la existencia de conflictos armados, mujeres de todo el mundo lideran movimientos por la paz que están cambiando de distintas formas sus sociedades.

En un mundo castigado por decenas de conflictos armados cada año, la mayoría de carácter civil, es transcendental señalar los procesos de paz como vía de escape a la violencia. Entendemos por proceso de paz el diálogo abierto y las negociaciones entre las partes implicadas en el conflicto, a veces con la mediación de terceras partes, con el fin de lograr el cese de la violencia y la implementación de acuerdos que permitan el progreso y desarrollo de la sociedad en cuestión.

Si la construcción de la paz aspira a tener un impacto y beneficiar a toda la población de un territorio afectado por el conflicto, cabría esperar que los principales grupos de dicha población estuvieran representados y participaran en las negociaciones. Sin embargo, en la gran mayoría de los escenarios, este no es el caso, ya que las mujeres se ven frecuentemente excluidas de toda contribución. En los procesos de paz que tuvieron lugar entre 1992 y 2011, tan solo un 2% de los mediadores, un 4% de los testigos y firmantes y un 9% del total de personas involucradas en las negociaciones fueron mujeres.

Aunque en los últimos años la comunidad internacional ha reconocido a través de distintas iniciativas la importancia de la inclusión de la mujer en las cuestiones de paz y seguridad, estos datos resultan paradójicos teniendo en cuenta que las mujeres son las principales víctimas de los conflictos armados, dado que cada vez son más frecuentes los ataques a poblaciones civiles y la violencia sexual es comúnmente empleada como arma de guerra. A pesar de todo, mujeres en todo el mundo lideran movimientos por la paz y reclaman su sitio en la mesa de negociaciones.

Para ampliar: “La violencia sexual: un problema de guerra y paz”, Eduardo Saldaña en El Orden Mundial, 2016

Casos de violencia sexual en conflictos armados en distintas partes del mundo. Fuente: Escuela de Cultura de Paz

Las mujeres en los procesos de paz

Fomentar la integración de las mujeres como agentes de paz no responde únicamente al deseo de avanzar hacia la igualdad de género en los países afectados por el conflicto. Contar con mujeres es importante porque su participación beneficia de distintas maneras no solo a mujeres y niñas locales, sino a la población en su totalidad. Desde el punto de vista de la negociación, los acuerdos de paz que surgen de procesos equitativos responden mejor a la diversificación de intereses de la población, por lo que proporcionan una paz más estable y duradera. Es por este motivo por lo que las transiciones políticas más exitosas han venido de la mano de acuerdos de paz que incluían la perspectiva de género, casi siempre puesta sobre la mesa por mujeres. La prueba de ello es que la probabilidad de que un acuerdo de paz dure al menos dos o 15 años aumenta un 20% y 35%, respectivamente, cuando cuenta con mujeres.

Otro punto de vista es el del personal —militar, policial y civil— que despliega Naciones Unidas en sus operaciones de mantenimiento de la paz. Aquí las mujeres juegan también un papel fundamental al actuar como modelos de conducta que empoderan a mujeres y niñas locales, quienes además se sienten más cómodas cooperando con otras mujeres, lo que permite compartir más información y dar una mayor protección a las comunidades afectadas por el conflicto. Aunque el número de mujeres que se despliega en estas operaciones es considerablemente inferior al de hombres —en muchos casos incluso inexistente—, en los últimos años se están llevando a cabo esfuerzos para impulsar la figura de la mujer como agente de la paz.

Una de las iniciativas internacionales más destacadas es la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en 1995 y que dio lugar a la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing. Se trata de un plan muy progresista orientado a alcanzar la igualdad de género y promover el empoderamiento de la mujer en distintas esferas, como la economía, la pobreza, la salud, etc. En términos de conflictos armados, señala como objetivos estratégicos el incremento de la participación de mujeres en la solución de conflictos en cuanto a toma de decisiones y destaca la contribución de las mujeres en la promoción de la cultura de paz. Cinco años más tarde, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 1325, que insta a los Estados miembros a aumentar la integración y participación femenina en todos los ámbitos y niveles de la resolución de conflictos y la construcción de la paz.

Estos dos documentos sentaron las bases a nivel internacional para el trabajo en igualdad de género y seguridad. Además, reforzaron el activismo de asociaciones y movimientos de mujeres por la paz, muchos de los cuales surgieron alrededor de estos años. A escala mundial, dos de los más famosos son la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad y la Asociación de Mujeres por la Paz Mundial, ambas con estatus consultivo en Naciones Unidas. En términos generales, su principal cometido es promover la justicia política, económica y social para lograr la paz usando medios no violentos. Además, empoderan a las mujeres de todo el mundo viéndolas como líderes de sus familias y con capacidad para transformar sus comunidades y naciones.

Aunque la representación de mujeres en los procesos de paz continúa siendo inferior a la de los hombres, en los últimos años se han logrado progresos que señalan al buen funcionamiento de la Plataforma de Beijing y la Resolución 1325, así como de las diversas organizaciones feministas y pacifistas que trabajan para incluir las cuestiones de género en la agenda posconflicto. Prueba de ello es que los países en situación de posconflicto cuentan con mayor representación femenina en sus estructuras políticas e introducen más las cuestiones de igualdad de género en sus políticas públicas.

En los países con posconflicto hay mayores avances en la agenda de igualdad de género que en el resto. Fuente: ONU Mujeres

Movimientos de mujeres por la paz

En numerosos territorios afectados por el conflicto armado, y en la mayoría de los casos tras serles denegado un sitio en la mesa de negociaciones, mujeres de todo el mundo han protagonizado movimientos a favor de la paz utilizando medios no violentos. Toman las riendas de sus familias, que dependen de ellas para subsistir, y forman comunidades que, además de pedir el fin de las hostilidades, dan apoyo y protección a otras mujeres y niños. El éxito e impacto de estos movimientos varía entre países, pero todos, de una forma u otra, han impulsado un cambio en sus respectivas sociedades. Como reconocimiento a su labor, representantes de estos movimientos han sido galardonadas con el Premio Nobel de la Paz. Las más destacadas son las ganadoras de 2011, Ellen Johnson-Sirleaf, primera africana elegida presidenta democráticamente­, y la activista Leymah Gbowee, ambas protagonistas del fin del conflicto armado en Liberia. Este, junto con el Kurdistán turco, Ruanda y Colombia, es uno de los casos más interesantes para desarrollar.

Para ampliar: “El Premio Nobel ¿de la Paz?”, Lorena Muñoz en El Orden Mundial, 2017

El conflicto entre el Gobierno de Turquía y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán comenzó a finales de la década de los 70 cuando la población kurda de Turquía empezó a reclamar la independencia o, en su defecto, la concesión de una mayor autonomía y derechos para los kurdos. En medio de años de hostilidades nació Madres de la Paz, liderado por madres de guerrilleros y prisioneros políticos kurdos. Este movimiento, aún existente, tiene como objetivo lograr la paz nacional. Aunque no han logrado la paz, sí han alcanzado metas importantes, como la unión entre mujeres turcas y kurdas, que han encontrado consuelo las unas en las otras tras perder a sus hijos en el conflicto. Además de estrechar lazos y lograr la reconciliación entre parte de las comunidades afectadas, son activistas que organizan protestas y sentadas para exigir a ambos bandos un acuerdo de paz. Una parte muy importante de su trabajo consiste también en la mediación ante conflictos dentro de la comunidad kurda, lo que las convierte en agentes de paz locales. Gracias a estas acciones, Madres de la Paz contribuye a la estabilidad del Kurdistán turco y facilita la convivencia entre familiares de soldados de ambos bandos. Sin embargo, han sido condenadas en varias ocasiones por “propaganda” y han denunciado las torturas sufridas por sus maridos e hijos a manos del Ejército turco, así como los numerosos asesinatos de guerrilleras en las puertas de sus casas, a la vista de sus familiares.

Ruanda, por su parte, sufrió uno de los genocidios más graves de la Historia cuando en 1994 los hutus —etnia mayoritaria del país— exterminaron a la mayor parte de los tutsis —etnia minoritaria— tras años de tensiones y conflictos. Se calcula que alrededor de un millón de personas murieron en las masacres y que cuando el conflicto llegó a su fin el 70% de los supervivientes eran mujeres. Por ello, las mujeres se convirtieron en actores claves para la reconstrucción de su país: a nivel local, cuidaron de viudas y huérfanos y actuaron como líderes de sus comunidades; a nivel nacional, el genocidio catalizó su participación política y, entre otras medidas, eliminaron la distinción por etnias. Aunque únicamente tres de las doce personas que participaron en la redacción de la nueva Constitución del país fueron mujeres, lograron establecer un sistema de cuotas en los organismos de Gobierno que probó ser muy beneficioso para las mujeres. De hecho, Ruanda es actualmente el país con mayor representación femenina en su Parlamento, donde ocupan dos de cada tres escaños. Aunque aún queda mucho por hacer, el genocidio ruandés provocó un cambio cultural permanente en el país que impulsó a las mujeres como agentes políticas y de paz.

Para ampliar: “Ruanda, ¿una utopía feminista?”, Álex Maroño en El Orden Mundial, 2018

Igualmente, cuando en 1999 estalló la segunda guerra civil de Liberia como resultado de la oposición de diversas guerrillas rebeldes al Gobierno del entonces presidente Charles Taylor, durante los primeros años mujeres cristianas y musulmanas se empezaron a agrupar y organizar reuniones y protestas pacíficas para pedir la paz. Crearon así el movimiento Acción Masiva por la Paz de las Mujeres de Liberia, que llegó a reunir a miles de mujeres, reclamó la liberación de niños soldados, se puso en huelga marital y presionó al presidente y a los grupos rebeldes hasta lograr que se reunieran en Gana en 2003 para negociar un acuerdo de paz. Siguieron ejerciendo presiones y manifestándose de forma pacífica durante semanas hasta que Taylor dimitió como presidente y huyó al exilio. Fue entonces cuando se aprobaron la implantación de un Gobierno de transición y el despliegue de la Misión de Naciones Unidas en Liberia, que dieron paso a la posterior celebración de elecciones democráticas en el país —las primeras desde el golpe de Estado de 1980— que ganaría Ellen Johnson-Sirleaf, primera mujer africana en llegar a la presidencia. Desde entonces, las liberianas han asumido el papel de mediadoras en sus comunidades con reuniones regulares en las que denuncian violaciones y ayudan a resolver tensiones étnicas y religiosas.

Representación femenina en las negociaciones de paz y el Parlamento de Liberia. Fuente: CFR

Finalmente, desde hace más de 50 años, Colombia se ha visto inmersa en ataques continuos fruto del conflicto entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el grupo de guerrillas más fuerte del país. Tras dos procesos de paz fallidos y el restablecimiento de las negociaciones en 2012, ambas partes llegaron en 2016 a un acuerdo de paz que aspira a ser estable y duradero. En este proceso, un punto de inflexión fue la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, que reunió en 2013 a numerosas asociaciones de colombianas cuyo objetivo era reclamar su sitio en la mesa de conversaciones. Dada su amplia repercusión, la mesa reconoció la importancia de las mujeres en la prevención y resolución de conflictos y en la construcción de la paz y designó a varias mujeres para que formaran parte de ella. Aunque las mujeres representaban únicamente un tercio de los negociadores, suponían un ejemplo, muy por encima del promedio mundial, para el resto de los países. Esto hizo que también se incluyera una subcomisión de Género —inédita en los procesos de paz mundiales— cuyo propósito sería la integración de la perspectiva de género en todos los acuerdos. Por estos motivos, el caso colombiano se ha convertido en un ejemplo en cuanto a la integración de las mujeres en procesos de paz.

Para ampliar: “La guerra de 50 años de las FARC”, Mar Romero en El Orden Mundial, 2019

¿Cuál es su impacto real?

El impacto de los movimientos de mujeres a favor de la paz varía considerablemente entre países. Algunos casos, como el de Liberia, resultaron más exitosos; otros, como el del Kurdistán, no han conseguido su objetivo. En Colombia la mesa de negociaciones la lideraron hombres, pero las mujeres consiguieron hacerse hueco y hacer aportaciones valiosas que contribuyen a que el acuerdo final fuera más sostenible y justo para toda la población. En el caso de Ruanda, las mujeres se encontraron como las supervivientes mayoritarias del genocidio, por lo que se responsabilizaron de sacar al país adelante y asumieron un papel de líderes que hasta ese momento no se les había permitido adjudicarse. Además, localmente todos estos ejemplos tienen algo en común: las mujeres sacaron a sus familias adelante a lo largo de los conflictos y adoptaron el papel de mediadoras en tensiones que afectaban a sus comunidades.

Salvo Ruanda, ninguno de estos casos —que no son los únicos— son ejemplos de países con altas tasas de igualdad de género. Son lugares en los que todavía predomina la violencia hacia las mujeres y donde aún queda mucho trabajo por hacer para avanzar hacia sociedades más feministas y socialmente justas. Sin embargo, se han producido cambios culturales que no deben ignorarse, porque suponen pequeñas —o grandes— victorias para las mujeres, que en todo el mundo piden tener voz y voto.