Hace 20 años, San Andrés Corú era un pueblo donde no había ni una casa de cemento o ladrillo de las 327 que señalaba el censo. Todas eran hechas de madera, a veces hasta de palos que la gente se encontraba. La más lujosa podía tener lámina de cartón o tablas nuevas.
De los caminos, el mejor estaba empedrado… a medias. Eso fue antes de que todo el mundo quisiera comer aguacates.
“Yo recuerdo que, de niño, debía caminar hasta un kilómetro para ir por unas Sabritas”, dice Adolfo Reyes Solorio, un aguacatero de tercera generación de apenas 29 años.
San Andrés Corú es uno de los mejores ejemplos de la derrama económica que deja el fruto apodado ”oro verde”. De sus 2,223 habitantes, 500 son productores.
No hay opulencia, de hecho, para quienes vienen de fuera el impacto puede ser imperceptible si no saben de la pobreza que existía antes.
Pero hoy, de las 587 casas de San Andrés Corú no queda ninguna de madera. La electricidad, el agua potable y el drenaje llega a casi toda la población. Hay una plaza nueva. la mayoría de las calles están pavimentadas, y abundan los talleres mecánicos, no sólo para dar servicio a los camiones de carga que transportan la fruta, sino porque todas las familias tienen vehículo propio.
Aunque el desarrollo no está completo, San Andrés Corú ha sabido aprovechar la ventaja de pertenecer a Michoacán, al ser parte de uno de sus municipios: Ziracuaretiro.
México aporta 31% de la producción mundial de aguacates y, con ello, se ubica en el primer lugar. Pero si Michoacán fuese un país, sería el primer productor mundial, al aportar 26.5% del total de los aguacates que se consumen en el planeta, según cifras de la Secretaría de Economía.
Esa bonanza lo hace líder en el ingreso por producción agropecuaria en el país, con 12.5% del total, por arriba del segundo lugar que ocupa Sinaloa, con 9%.
“Hoy, hasta la abuelita quiere sembrar tres aguacates en el patio de su casa”, dice, entre bromas, Daniel García, taxista, quien asegura que desde su trinchera también se ha beneficiado del auge aguacatero.
CASI UN CLÚSTER
Aztecavo es una de las empacadoras más importantes de Michoacán: a diario empaca y distribuye 300 toneladas de aguacate de siete calibres diferentes. El trabajo se distribuye a lo largo de tres turnos y con apenas 500 personas en la planta. Todo es para exportación, salvo una pequeña parte que va al mercado nacional por estar maltratado y 5% es de pérdida.
Al final de la temporada, de junio a julio del siguiente año, empacarán entre 75,000 y 100,000 toneladas, del millón que exporta todo el estado.
La empresa, según su director Antonio Villaseñor, se abastece de unos 40 proveedores locales que producen las cajas, las etiquetas, el fleje, los esquineros, la tarima y las charolas de cartón donde se acomoda la fruta. Además, de la maquinaria de Corporación Industrial Uruapan, la mayor fabricante del mundo de máquinas computarizadas clasificadoras de aguacate, cuya tecnología, equipo y dueños son michoacanos.
En conjunto, todos ellos reciben entre 10 y 12% de la inversión total de la planta, que, además, incluye servicios como el transporte y la aduana.
“Prácticamente, el sector aguacatero es todo un clúster, no tienen el título oficial, pero funciona de la misma forma”, asegura Isabel Fuentes Salomón, directora general de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) en Uruapan.
La semejanza es por todas las empresas relacionadas que han surgido localmente alrededor del negocio del aguacate, para abastecer a 47 empacadoras y unos 19,000 productores, dueños de 30,000 huertos (112,000 hectáreas), que son los que reúne la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México (APEAM).
En algún momento, incluso pareciera que todo gira en torno al aguacate en Uruapan y que, sin ello, nada se mueve.
Las empresas transportistas son otro proveedor importante. Según cifras de la APEAM, cada semana salen 1,260 tráileres cargados de aguacate, la mayoría, rumbo a Estados Unidos. Eso significa uno cada ocho minutos.
En temporada de corte, diariamente salen de Uruapan 570 camiones de carga, de los llamados rabones, que transportan a 6,840 personas hacia los campos.
Los trabajadores agrícolas detonan la actividad económica, principalmente, vía el consumo. De hecho, 22.16% del PIB estatal está vinculado al comercio, según la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) en Uruapan.
De ahí que el restaurantero sea otro de los negocios indirectamente beneficiados. Los más emblemáticos de Uruapan siempre están llenos a la hora de la comida. Al igual que en Ágora, la única plaza comercial de la ciudad, en sus estacionamientos no se ven carcachas aunque tampoco autos de lujo. Acá se nota que hay dinero, pero la gente es discreta, pues el crimen organizado sigue siendo un flagelo para la zona, explica Agustín del Río, dueño de El rincón de Aguililla, uno de los principales restaurantes de la ciudad.
TRABAJO PARA TODOS
Dora Elia Sereno comenzó a vender comida en un local al pie de la carretera hace cuatro años. Abre diario a las siete de la mañana, media hora antes de que los jornaleros vayan a los huertos y cierra a las cuatro de la tarde, una hora después de que termina el día laboral para los trabajadores agrícolas e ingenieros. “El aguacate nos da trabajo”, dice esta mujer que durante 20 años tuvo que ir de San Andrés Cora hasta Uruapan para trabajar y ahora tiene dos empleadas a su cargo.
Esta economía, tipo clúster, alrededor del aguacate, es un generador de empleo en los municipios productores. Lo que faltan son empleados para algunos giros de negocio.
Cuando se camina en las calles de Uruapan llama la atención que en las tiendas y negocios de servicios abundan los letreros solicitando empleados generales, los empresarios de la construcción no encuentran albañiles y en los restaurantes nadie quiere trabajar como mesero.
Las bolsas de trabajo no sirven de mucho, pues por más que anuncian vacantes nadie solicita el empleo, cuentan los representantes locales de la Canacintra y de la Canaco. Sus afiliados se quejan de que las bolsas de trabajo de ambas asociaciones no sirven porque, por más avisos que pongan, no se presenta nadie.
La fuerza laboral no calificada se ha volcado en los dos o tres últimos años a las labores vinculadas con el aguacate. Un trabajador general en una huerta gana, en promedio, 300 pesos diarios, mientras que en una empacadora puede recibir 800 pesos al día, con prestaciones incluidas. Lejos de los 80 pesos diarios del salario mínimo. Con ello, los demás negocios, por ejemplo, el gasolinera, se han visto obligados a subir los salarios.
Aunque menos, también empleos más calificados, como un ingeniero agrónomo, en calidad de asesor, cobra 2,000 pesos anuales por hectárea. Sólo Uruapan, con 14,300 hectáreas que producen aguacate, para un agrónomo es un mercado potencial de 28.6 millones de pesos, sin contar las 126,471 hectáreas que hay en todo el estado.
“Antes, la gente que venía al empaque casi ninguna tenía su casa propia. casi ninguna tenía auto para moverse. No te digo que la mayoría, pero muchos ya tienen”, asegura Antonio Villaseñor, de la empacadora Aztecavo.
El negocio del aguacate, a través de empacadoras y productores, genera uno 300,000 empleos directos y 70,000 indirectos en todo el estado, dice Rodrigo Olivera, secretario técnico de la APEAM.
Tan sólo los cinco primeros meses del año, el IMSS reportó 14,000 trabajadores nuevos en el estado, la mayoría de Uruapan, de acuerdo con José Noguez Saldaña, delegado de la Secretaría del Trabajo (STPS).
El efecto ha logrado una menor salida de migrantes hacia Estados Unidos y un aumento en las cifras de retorno. Cabe aclarar que, desde 2003, Michoacán es el principal receptor de remesas del extranjero. Tan sólo el año pasado fueron superiores a 49,000 MDP al tipo de cambio actual.
NO TODO ES ORO VERDE
Aunque hay para todos, la abundancia del aguacate no es pareja. Existen grandes y pequeños productores. La diferencia entre unos y otros está en obtener de un árbol una tonelada al año o bien, tres toneladas anuales de 140 árboles.
Don Everardo Hernández, “don Vera”, ganó el año pasado 60,000 pesos. Fue producto de lo que obtuvo por tres toneladas de los 140 árboles (hectárea y media) que posee. Es resultado de la poca tecnificación de sus cultivos, de no tener suficiente dinero para certificarse para exportary tener que vender a los distribuidores locales. “Este año me pagaron a 20 pesos el kilo”, dice don Vera.
Rito Mendoza, “don Rito”, es uno de los productores más importantes de aguacate en Uruapan. Gracias al trabajo de años, la tecnificación del campo, su conocimiento del mercado internacional y elementos como el clima y la altura, puede obtener de un árbol hasta una tonelada anual y vender el fruto entre 40 y 60 pesos por kilo.
“Generalmente, los pequeños productores no tienen la infraestructura ni el conocimiento para empacar, seleccionar y exportar sus productos”, explica Darinel Herrera, quien fuera cofundadorde UPM, una asociación de agricultores michoacanos que exporta a Europa.
El pequeño entrega sus cosechas a empacadores que le pagan a 10 pesos el kilo y lo venden hasta en 14 euros en Europa.
Según las estadísticas de la APEAM, hay más productores como don Vera que como don Rito. El 41% de sus afiliados tiene menos de cinco hectáreas y sólo 17% posee 20 o más, y están certificados para exportación y reciben un mejor precio.
Pero pese a sus bajos ingresos, don Vera dice que es mucho más lo que recibe que “si malviviera del maíz o el frijol”, que a veces terminan como alimento para los animales y requiererRtemadas extenuantes que duplican las horas que necesita el aguacate.
Sin embargo, hay un factor que opaca la bonanza de los aguacateros y la amenaza: la presencia de miembros del crimen organizado que, según los entrevistados, talan bosques enteros para plantar árboles de aguacate y roban camiones.
“La parte más vulnerable es cuando viene el camión del huerto al empaque. Ha habido un tema muy grave de robo de camiones, que están tratando de resolver”, dice Antonio Villaseñor, el director de Aztecavo.
La tala, además de erosionar el terreno, elimina especies de árboles de los que se alimentan ciertas plagas y que ahora buscan el árbol del aguacate.
Al ser un monocultivo corre el riesgo de ser exterminado de golpe por una sola plaga, lo que acabaría con el sueño aguacatero, que, de momento, le ha cambiado la vida a muchos.
- 300,000 EMPLEOS DIRECTOS GENERA LA INDUSTRIA AGUACATERA.
70J00 TRABAJOS INDIRECTOS EN TODO EL ESTADO.
MICHOACÁN ES EL PRIMER PRODUCTOR MUNDIAL DE AGUACATES, GON 26.5% DEL TOTAL DE ORO VERDE” QUE SE CONSUME.
LA CULPA ES DEL CAFÉ
Cuenta la historia que la condesa Fanny Calderón de la Barca resaltaba ya, en 1841, la fertilidad del valle que rodea Uruapan, lleno de huertos naturales “en donde floreaban los árboles del melocotón y el albaricoque”.
Para la mitad del siglo XX abundaban los plantíos de café de altura y para darles sombra sembraron aguacates, relata Mario Gómez, actual dueño del centenario Café La Lucha en Uruapan, que trabaja únicamente con producción local.
¦ Con el tiempo, el cultivo secundario, el aguacate, se volvió más importante. El precio promedio del kilo de café es de 34 pesos, mientras que el de aguacate ronda los 50. Dado el clima y las condiciones del suelo, Michoacán es la única parte del mundo donde el árbol del aguacate produce todo el año y puede tener cuatro etapas diferentes de floración.
Rito Mendoza, don Rito , uno de los productores más importantes de Uruapan, recuerda que antes se cultivaba la variedad llamada Fuerte y las especies criollas: “Nadie quería el aguacate Hass porque era de color negro y rugoso por fuera, y no verde como el resto, pero cuando lo conocieron, el mercado ya no quiso otra cosa”.
El aguacate se desarrolló con fuerza en la década de 1970, pero, 10 años después, había sobreproducción y su precio bajó. “Lo compraban a peso e, incluso, a 50 centavos”, cuenta don Rito.
A partir de 1997, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, empezó la exportación fuerte a Estados Unidos. La APEAM invirtió en su promoción, incluso con comerciales en el Super Bowl, y consiguió que el consumo allí pasara de 300 gramos per cápita a un kilo en el año 2000.
MEJORES EMPLEOS.
Con salarios más competitivos, muchos prefieren trabajar en el aguacate. Y otros sectores, como el comercio, no pueden cubrir vacantes.
A 60 EL KILO.
Rito Mendoza, productor del huerto Jericó, dice que, gracias a la tecnificación del campo, produce más y puede vender sus aguacates entre 40 y 60 pesos por kilo.
Aunque para muchos los avances en esta pequeña comunidad michoacana podrían ser casi imperceptibles, San Andrés Coru es uno de los mejores ejemplos del crecimiento que la economía local ha tenido gracias a este fruto. En este poblado, de apenas 2,223 habitantes, se estima que 500 se dedican a la producción de aguacate.
vía Expansión